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Mostrando entradas de 2023

Dándole vueltas a la sopa

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  El día de final de curso, alumnos y padres de alumnos están sentados en un patio de butacas improvisado en la pista de baloncesto del instituto ante un escenario de quita y pon aderezado con una plataforma metálica cubierta por unos cortinajes que suplantan al telón de un teatro. Cuando estos se descorren, aparecen en escena dos personajes sentados a una mesa. Detrás de ellos, un decorado pintado a mano recrea el fondo de una cocina antigua. Los personajes, ataviados con ropas de otra época representan a una madre viuda y a su hijo adolescente. Imagen encontrada en Pixabay - Deja ya de darle vueltas a la sopa, que me estás poniendo de los nervios. - Es que está muy caliente, madre. - Pues te la tomas y punto, que fría no vale nada. - Anoche soñé que iba a un concierto y que unos cantaban algo de una sopa fría y otros gritaban algo así como "no quiero sopa, los guardias son feos". - ¡Menuda estupidez! Los caldos hay que tomarlos calientes, para que nos entonen el cu

La aprendiz de bruja

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  Sobre la roca saliente que coronaba la cima de la montaña, los ojos de Martina se asomaban al abismo sin pestañear. Allí arriba el tiempo se detenía y todo cobraba otro sentido. Cualquier cosa podía pasar, incluso una bruja volando en su escoba. Al verla rasgando la quietud del cielo, Martina no se movió, porque por un momento, creyó estar soñando. Pero, cuando la bruja aterrizó detrás de ella y le habló, se sintió más despierta de lo que lo había estado en sus doce años de vida. Imagen encontrada en Pixabay - Bonita vista, ¿verdad? - Desde luego que sí. - Pero has tenido que madrugar mucho y subir hasta aquí. Puedo enseñarte a disfrutar el mismo resultado sin tanto esfuerzo. - Gracias, pero a mí me han enseñado que lo que no cuesta no tiene valor. - Ja, ja, ja! Criatura, ¿quién te ha metido esas ideas en la cabeza? - Mi padre. - Pues tu padre se equivoca. No tienes que sufrir para conseguir tus objetivos. Sé que eres especial y que te ves obligada a mentirle a todo el mund

Una nota de despedida

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  Imagen encontrada en Freepik Viéndote agonizar, siento que agonizo contigo, pero no me arrepiento en absoluto de lo que acabo de hacer. Juré que te mataría si volvía a descubrirte indagando en mi vida. Sé que mi existencia está irremediablemente unida a la tuya y que tu muerte está provocando la mía, pues sólo soy un personaje en una de las tramas que tú te has empeñado en narrar. ¿Quién eras tú para desembarazarme de mis tripas, sacando mis vergüenzas al aire y despojándome de mi dignidad? ¿Por qué te creías legitimado para decidir lo que tenía que sentir en cada situación y el modo cómo debía relacionarme con los otros personajes que conformaban la historia que tan desvergonzadamente estabas narrando en los últimos tiempos? Nunca soporté tu prepotencia, la forma tan altiva que tenías de observarme mientras en tu mente ibas perfilando mi esencia para dotar de vida ficticia al personaje que pretendías que encarnase. Me ideaste maquiavélico y no dejé de maquinar cómo librarme de t

A propósito del tiempo

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  Tras levantarse el telón, en el escenario aparece un ascensor de un edificio señorial de Barcelona. A diferencia de los ascensores actuales, este tiene la particularidad de ser de hierro forjado y cristal, por lo que deja ver desde fuera su interior y las personas que entran en él pueden ver cómo sube o baja por las diferentes plantas. Un señor con aspecto algo descuidado y edad intemporal está a punto de entrar en él cuando un joven que porta una mochila a la espalda le pide que le espere antes de que se cierren las puertas. - Menudo tiempecito, ¿verdad? Suerte que el autobús me ha dejado cerca, porque si no llego empapado. - Qué curiosa la excusa del tiempo. - ¿Cómo dice? - Pues no sé qué tienen los ascensores que cada vez que coincido con alguien dentro de uno, siempre me salen con el tiempo. Como si no hubiese más formas de entablar una conversación insustancial. - Disculpe usted si le he molestado. ¿A qué piso va? - Al tercero. - Pues en algo coincidimos: yo también v

No quiero tu miedo

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  De pequeño pasó mucho miedo. Quizá porque su madre invirtió todas sus fuerzas en contagiarle su propia debilidad. Obsesiva del orden y la limpieza, nunca se vio capaz de compaginar sus tareas como ama de casa, esposa y madre, con un trabajo fuera del hogar. Dedicada por entero a su marido y a su único hijo, todo su mundo era velar por su seguridad y cumplía su cometido con tal rigor que hacía sentir a los supuestos beneficiarios de su entrega unos perfectos inútiles cuando estaban cerca de ella. Imagen encontrada en Pixabay Diego creció temiéndose incluso a sí mismo, pues los sermones de su madre habían calado tan hondo en su cabeza que llegaba incluso a desconfiar de sus propios pensamientos. En todo lo que hacía sentía la presencia del peligro. Sus lecturas, sus amigos y sus juegos estaban constantemente en el punto de mira de una madre que no le dejaba ni respirar por sí mismo. Tanto le controlaba que sus amigos empezaron a cansarse de todas las excusas que ideaba para justificar

Perdernos para encontrarnos

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  Imagen encontrada en Pixabay Begoña y María llevaban un tiempo compartiendo piso en el centro de una ciudad muy ruidosa. Las dos se habían separado de sus respectivas parejas y se habían conocido al responder ambas al anuncio que había puesto el propietario del piso para alquilarlo. El piso les encantó por su luminosidad y la amplitud de sus estancias, pero ninguna podía asumir el precio. Entonces fue cuando a Begoña se le ocurrió la idea de compartirlo y le propuso a María que, con lo que se ahorrarían, podrían pagarse unas vacaciones. María aceptó su oferta y empezaron a vivir juntas. La convivencia entre ellas era buena, pese a lo diferentes que eran en casi todo. Begoña era hiperactiva y siempre buscaba nuevas formas de ocupar su tiempo, mientras que María era más pausada y acababa cayendo siempre en las mismas rutinas. - ¿Has pensado ya dónde vamos a ir de vacaciones?- le preguntó Begoña, a finales de junio. - Sí, y justamente ayer pasé por una agencia de viajes para informar

Todo tiene un precio

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  Imagen encontrada en Pixabay Sus ojos distraídos se posaron sobre un objeto que brillaba tras el cristal del aparador de una tienda de antigüedades. Atraído por la curiosidad que le despertó, Daniel entró en la tienda y adquirió un tintero de oro. Tenía grabada una inscripción: "Pídeme un deseo y lo verás por escrito". No lo dudó y pidió hacerse rico. Cuando llegó a su casa, su portátil estaba encendido y en la pantalla encontró un documento abierto con trescientas páginas escritas. Componían la mejor novela que había leído jamás. Nunca quiso ser escritor, pero enseguida intuyó cómo sacarle partido a aquel tintero mágico: Vendería aquellas obras a escritores que hubiesen perdido la inspiración. No tardó en encontrarlos ni en embolsarse buenas sumas de dinero gracias a ellos. Pasado un tiempo, recibió un mensaje de una tal Oro Retnit. Nunca había oído hablar de ella, pero la suma que le ofreció por una novela era escandalosamente elevada. Aquella extraña mujer le dio la

Senda de terciopelo

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  A partir de una imagen encontrada en Pixabay. La vida surge de una fusión en la fuente de la que emanan los deseos.  Se abre paso entre conductos estrechos proliferando entre infinitas células que conforman un nuevo ser humano.  La madre lo acuna a través de la frontera de piel que separa sus mundos.  Le habla y le sueña hasta que un punzante dolor le anuncia el momento más esperado y a la vez temido.  Teme por su hijo y no duda en tejerle una senda de terciopelo que calienta con su propia sangre para que el niño no sienta frío. Estrella Pisa Microrrelato finalista en el concurso Madre Mía, promovido por Diversidad Literaria.

Féminas todas

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Imagen de Tsukiko-Kiyomidzu encontrada en Pixabay Fuertes como rocas de diamante o frágiles y etéreas como plumas de ave que se desvanecen ante la sombra del miedo.  Fecundas como generosas fuentes que se vierten en el lecho de un río o ásperas y estériles como desiertos en los que sólo la resiliencia puede obrar el milagro de la vida.  Nacidas en la gracia que la belleza es capaz de describir en sus infinitas formas o en un cuerpo equivocado que las asfixia y las amordaza.  Féminas todas, imponentes por fuera o sintiéndose rotas por dentro, pero envueltas en un halo de esperanza. Estrella Pisa Texto seleccionado en el concurso de microrrelatos Ellas, promovido por Diversidad Literaria.

El antídoto

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Imagen encontrada en Pixabay  -  ¿Qué te pasa hoy? ¿Por qué no paras quieto?  El niño le gritó a su abuela que se aburría. Ella, sin perder un ápice de calma, se dispuso a dejarle solo un instante para ir en busca de un antídoto para aquel peligroso veneno. Cuando regresó a la sala, lo hizo cargando unos cuantos libros de aventuras y le invitó a perderse en sus letras. -  Haces cosas muy raras, abuela- le dijo el nieto, sin dejar de hojear aquellos libros. -  Puede que sí, pero, ¿a qué ya no te aburres? Estrella Pisa. Microrrelato participante en el concurso Universo de Libros.

Antes muerta que muda

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  Imagen encontrada en Pixabay Antes muerta que muda. Antes presa que a oscuras. La jodida censura es el disfraz que eligen los cobardes para protegerse de la libertad. De la suya porque temen que se haga pública. De la tuya porque envidian que oses vivir sin miedo. Hacen lo que quieren, dónde y cómo quieren, pero a ti te amordazan y te dan veneno. Antes muerta que adormecida. Antes presa que abducida. De la maldita censura más vale que te alejes y te guardes si quieres proteger tu integridad. Porque si no te dejan ser tú, nunca serás nadie. Porque si sólo pueden ser ellos, te dejarán sin sueños. Volverá a anidar en ti el miedo y se harán tus dueños. Antes muerta que resignada. Antes presa que anulada. Los que prohíben la cultura son los mismos que envuelven en alardes palabras que suenan a temeridad. Porque las reinterpretan a su antojo y capricho. Porque las secuestran y les cambian el sentido. Y donde dijeron digo ahora dicen Diego so

Las cadenas de cada tiempo

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  A Jorge no le acababa de convencer el papel que le habían asignado en la obra que llevaban días representando. Y, a juzgar por la recaudación que estaban obteniendo en taquilla, parecía que al público la obra en sí tampoco le estaba entusiasmando. Había leído las críticas del día anterior y eran demoledoras: diálogos demasiado forzados, trama insulsa y falta de ritmo. Si el día del estreno habían conseguido un aforo del setenta y cinco por ciento, los días siguientes había ido bajando en picado el número de espectadores y todo apuntaba a que la obra acabaría suspendiéndose. Estaba a punto de salir al escenario, en el que una dama de otra época le esperaba embelesada para que la deleitase con su verborrea de poeta enamorado. Sólo de pensar en la sarta de cursiladas que tendría que volver a soltar por la boca le venían arcadas. Pero se había comprometido con la compañía y debía cumplir, pues sus facturas no se pagaban solas. Aunque aquel día estaba dispuesto a saltarse unas cuantas re