Libertad para no olvidarte


Hoy se cumplen 35 años de ausencia, desde que aquel año nuevo de 1982 se llevó tu vida y nos desmontó la nuestra. Seguir viviendo en un mundo en el que ya no estarías se me antojó entonces y se me sigue antojando hoy el reto más difícil que he tenido que afrontar en mi vida. Porque perderte fue como perder el norte y tener que aprender a andar de nuevo abriéndome paso entre una densa oscuridad en la que raras veces salía el sol, simplemente porque yo me negaba a verlo.


Tras tu muerte me pasé años escribiendo la palabra libertad por todas partes. Recuerdo que mamá se enfadaba y me advertía de que cualquiera que me viese o me oyese podría pensar que ella me tenía como un pájaro enjaulado. Lo que ella no entendía y tampoco entendía yo entonces era que mi verdadera prisión se hallaba en mi manera de enfocar la vida, en mi tristeza y mi desconfianza, en mi miedo a dejar libres mis sentimientos y a desatarme de mis propias cadenas. Y un día decidí empezar a liberarme y liberarte, porque con mis obsesiones no te dejaba marchar y sólo era capaz de atraer los recuerdos más dolorosos. Fue entonces cuando fui capaz de dejar entrar la luz en mi memoria atormentada y de recordar todos los momentos buenos que había tenido la suerte de vivir contigo. Tu ausencia dejó de ser tal, pues cada recuerdo me demuestra que sigues estando muy presente en nuestras vidas y lo seguirás estando mientras nos quede conciencia.

El tiempo transcurrido y todo lo vivido en sus múltiples días me han ayudado a entender tu muerte y también tu vida. Tus ideas, tus sueños, tus anhelos. Viviste y moriste como lo hiciste porque no habrías podido hacerlo de otra manera. Siempre fuiste tú mismo y defendiste lo que verdaderamente sentías. Qué gran privilegio el mío haberte tenido por padre, por maestro y por amigo.

Creo que, mientras viviste, nunca fui capaz de decírtelo, pero ahora no me canso de hacerlo: TE QUIERO.


Estrella Pisa
3 de Enero de 2017

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