La aprendiz de bruja

 

Sobre la roca saliente que coronaba la cima de la montaña, los ojos de Martina se asomaban al abismo sin pestañear. Allí arriba el tiempo se detenía y todo cobraba otro sentido. Cualquier cosa podía pasar, incluso una bruja volando en su escoba. Al verla rasgando la quietud del cielo, Martina no se movió, porque por un momento, creyó estar soñando. Pero, cuando la bruja aterrizó detrás de ella y le habló, se sintió más despierta de lo que lo había estado en sus doce años de vida.

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- Bonita vista, ¿verdad?

- Desde luego que sí.

- Pero has tenido que madrugar mucho y subir hasta aquí. Puedo enseñarte a disfrutar el mismo resultado sin tanto esfuerzo.

- Gracias, pero a mí me han enseñado que lo que no cuesta no tiene valor.

- Ja, ja, ja! Criatura, ¿quién te ha metido esas ideas en la cabeza?

- Mi padre.

- Pues tu padre se equivoca. No tienes que sufrir para conseguir tus objetivos. Sé que eres especial y que te ves obligada a mentirle a todo el mundo para poder hacer lo que realmente quieres. También sé que llevas años soñando con volar, pero lo que tú no sabes es que puedes volar.

- No, yo no puedo volar. Sólo puedo hacerlo en sueños. Los humanos no tenemos alas.

- Pero inventamos las escobas y hace un momento me has visto volar sobre la mía.

- Tú no eres humana.

- ¿Acaso no te parezco una persona como tú?

- Como yo, seguro que no.

- Vaya, habló doña Perfecta. Cualquiera diría que tú te pareces mucho a tus amigas...

- ¿Qué sabes tú de mis amigas?

- Pues que ya no saben qué pensar de ti, porque siempre andas en las nubes.

- Sí, la verdad es que están hartas de aguantarme.

- ¿Lo ves? Yo podría ayudarte a hacerlas cambiar de opinión.

- ¿Cómo?

- Mostrándote el camino hacia ti misma. Cuando las personas se atreven a ser quienes son de verdad, son capaces de liberarse de todos sus miedos y de hacer todo lo que desean, dejando de recortarse las alas.

- Yo no puedo ser como soy de verdad, porque entonces todos me darían la espalda.

- ¿Eso crees? Pues permíteme decirte que, para vivir resignada a no poder ser tú, mejor estarías muerta.

- ¡Qué bestia eres!

- Insúltame todo lo que quieras, pero sabes que tengo razón. La persona que se avergüenza de su propia esencia no es más que una cobarde que nunca logrará nada que sea digno de recordarse.

- Yo no me avergüenzo de mí misma. Simplemente, me doy miedo.

- ¿Sabes de qué tengo miedo yo? De llegar a sentir miedo. Porque el miedo paraliza más que la peor de las enfermedades.

- Vale, ¿puedes ayudarme a desprenderme del miedo?

- Eso está hecho.

La bruja hizo un extraño movimiento con los dedos de la mano derecha y, junto a su escoba, apareció otra igual. Acto seguido montó sobre la suya e invitó a Martina a que hiciera lo propio con la que acababa de hacer aparecer de la nada.

- No, me parece que no- se resistió Martina.

- ¿Acaso tienes miedo de caerte? Aprender a volar es como aprender a ir en bicicleta: al principio puedes tener algún susto, pero llega un momento en que tú misma te sorprendes de lo fácil que puede llegar a ser.

- No compares una caída de la bicicleta con una caída de esta escoba al vacío.

- La escoba no te dejará caer, porque es mágica. Tú lo único que has de hacer es relajarte y disfrutar del vuelo.

- ¿En serio?

- ¿A qué esperas para comprobarlo tú misma? No tenemos todo el día.

Martina decidió hacerle caso y, nada más subirse a la escoba, ésta se posicionó en horizontal por encima de la roca. Martina creo desfallecer de la impresión, pero entonces la bruja le acercó una pequeña botella que contenía una pócima secreta.

- Échale un trago y verás qué pronto se te pasa el mareo. Es como una especie de biodramina líquida, pero más potente.

Martina no tardó en alegrarse de haberle hecho caso a la bruja: Por fin podía volar.

- ¿Yo también soy una bruja, verdad?

- No, aún eres una aprendiz de bruja.

- ¿A dónde me llevas?

- A la escuela de brujas, allí te ayudaremos a descubrir todos los dones que guardas dentro, como semillas que tenemos que ayudar a germinar.

- Pero tengo que volver a mi casa.

- A tu casa ya has llegado. En cuanto me has visto aterrizar, tu parte racional, ha salido corriendo ladera abajo. Pero tu parte intuitiva ha decidido quedarse y es la que ha aprendido a volar.

- No te entiendo.

- Todos tenemos la capacidad de desdoblarnos y, gracias a ella, podemos vivir realidades paralelas.

- O sea, que esto es como un sueño.

- ¿Acaso cuando sueñas no estás sintiendo de verdad?

- Ahora que lo dices, los sentimientos son reales.

- Y lo que estás viviendo ahora también lo es. Todo lo que seas capaz de imaginar o de soñar puede llegar a ser tan real como la rutina de la que te quejas todos los días. Si algo nos hace humanos, es la magia que nos pueden llegar a despertar nuestras propias emociones cuando nos dignamos a experimentarlas.

Estrella Pisa

Microrrelato de 900 palabras para el reto que El tintero de Oro nos propone para el mes de diciembre, inspirado en la obra de J. K. Rowling.