Querido Fernando


Querido Fernando,
Mientras vivías, un día como hoy celebrabas la festividad de tu santo. Aunque tú nunca fuiste muy amigo de la iglesia ni de sus representantes. A alguien tenía que parecerme en esa manía mía de no creer ni en el cielo ni en el infierno, ni en dioses ni en demonios.
Tú sabías bien que nada es eterno y que sólo disponemos de una vida, que tenemos todo el derecho del mundo a vivir como mejor nos convenga y nos convenza.
Tú, como yo, fuiste una especie d’enfant terrible para nuestra familia, porque siempre le llamaste a las cosas por su nombre y nunca consentiste comulgar con ruedas de molino. Como los salmones, viviste toda tu vida nadando contra la corriente, haciendo en todo momento aquello que deseabas y no lo que otros habrían esperado que hicieras. Sufriste decepciones importantes, caídas cuyos golpes te marcaron y te endurecieron. Pero siempre mantuviste la sonrisa y esa mirada traviesa que tantos ánimos me infundía cada vez que se cruzaba con la mía.
Más que mi tío, fuiste mi hermano, mi AMIGO. Siempre admiré tu capacidad para lidiar con las adversidades y para evitar que, aun estando inmerso en un mundo repleto de inmundicia y de vanidades vomitivas, nada de todo ello te contaminase ni acabase convirtiéndote en quien no eras ni jamás quisiste llegar a ser.
Tu sencillez, tu claridad de mente y tu capacidad para plasmar en tus lienzos lo que sólo tus ojos eran capaces de ver siempre fueron para mí un referente, una especie de guía de cómo aprender a ser una persona íntegra.
Han pasado 13 años desde que un cáncer te segó la vida. Dicho así, suena muy cruel y muy poco poético, pero a ti y a mí siempre nos ha gustado hablar muy claro y sin usar paños calientes. Morir tan joven como lo hiciste tú es una de las peores loterías que nos pueden tocar en la vida, pero contra nuestra propia biología caduca no hay argumentos que valgan. La única certeza que tenemos es que, igual que un día nacimos, otro día vamos a morir. Con más o menos edad, con más o menos dolor, con la mente consciente o totalmente ida, pero nos iremos y sólo quedará de nosotros lo que otros recuerden.
Yo de ti tengo muchos recuerdos, porque tuve la inmensa suerte de poder compartir muchos momentos contigo. Recuerdo uno en especial, una excursión a Empúries cuando yo tendría unos 15 o 16 años. Era mi segunda visita al complejo arqueológico, pero la disfruté tan plenamente. que, desde entonces, no he dejado de indagar en la historia de aquellos foceos que llegaron a las costas de Empúries y supieron acordar pacíficamente su convivencia con los indiketas, los íberos que habitaban la zona en aquel tiempo. Hace ya mucho tiempo que decidí que, cuando muera, quiero que mis cenizas reposen en Empúries, un lugar mágico en el que siempre me he sentido en casa y a salvo.
También te recuerdo cuando venías a casa y nos contabas tus historias y escuchabas las nuestras. Suerte tuvimos de ti y de todo el amor que nos ofreciste siempre. El mundo siempre era un mejor lugar mientras tú estabas cerca.
Ya no lloro tu muerte, sino que celebro cada día que nacieras y que yo tuviese la fortuna de que estuvieses en mi vida. Me enseñaste tanto y tan bueno, que soy muy consciente de lo mucho que te debo y de que una parte de mí se desarrolló y evolucionó hasta llegar a ser quien me encanta ser ahora, sólo gracias a ti, Fernando.
El viernes pasado, de camino a L’Escala en autobús, disfruté de los paisajes mágicos que tiene este Empordà nuestro. De campos de trigo dorados, prácticamente ya listos para la siega. De incipientes plantaciones de maíz que ya apuntan maneras, de malvas revoltosas jugando con encarnadas amapolas en los márgenes de los campos, de rosas de casi todos los colores adornando jardines de muchas casas en los pueblos que atravesamos y hasta de un precioso pavo real al que sorprendí subido al techado de un cobertizo en un patio. Me acordé de ti y de lo mucho que tú también disfrutarías con esas percepciones sencillas pero que tanto nos cargan las baterías para afrontar la realidad que nos acecha cada día y que a veces intenta superarnos.
También me sentí muy feliz por seguir conservando intactos los ojos para captar toda esa maravilla y lúcida la memoria para recordarte a ti en medio de tantas emociones.
TE QUIERO.

Estrella Pisa
30 de Mayo de 2018

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