Mis Héroes
Esta mañana ha muerto una mujer excepcional. Se llamaba Carmen y era la mujer de uno de los hermanos de mi abuela Estrella, nuestro querido tío Francisco, quien nos dejó hace más de 30 años. El y Carmen, en los años en que yo les traté, me parecían una pareja como tantas otras de su generación. Un matrimonio muy unido, que se querían por encima de todo y que lo dieron todo, primero el uno por el otro, después por sus tres hijas y por su hijo y más tarde por sus nietos.
Pero eso era a simple vista, porque en el fondo, yo siempre supe que ellos eran especiales. Su historia no era como la de sus familiares, amigos o vecinos. Porque ellos padecieron mucho más. A ellos la vida se propuso ponerles las cosas mucho más difíciles y lo consiguió.
La mayoría de las personas que ahora tienen su misma edad (93 años tenía Carmen y Francisco tendría más o menos los mismos) han padecido lo indecible. Primero por la guerra civil y luego por sus consecuencias. Por la dictadura, por el hambre, por las cartillas de racionamiento, por la pobreza más extrema. Pero Francisco y Carmen, además, sufrieron por pensar diferente y por no esconder lo que pensaban y sentían. A él le metieron en la cárcel por decir que era comunista cuando aún no había cumplido ni los veinte años y ella no dudó en dejarlo todo para seguirle allá donde le llevasen. Cuando le trasladaron de Córdoba a Carabanchel, Carmen lo tuvo claro. Se metió en un tren hacia Madrid y se puso a servir como interna en las casas donde quisieron darle trabajo. Le esperó nada menos que 22 años, en los que él estuvo condenado a muerte en 2 ocasiones y salvó la vida de puro milagro. Cuando, por fin, Franco y sus cómplices le dejaron libre, pudieron empezar la vida en común que habían soñado todos esos años de penuria, miedo, torturas y sinsentido. Y lo hicieron con la ilusión que ninguno de los dos había perdido. Les arrebataron la juventud y les privaron de vivir lo que les hubiera tocado vivir, pero nunca pudieron arrebatarles los sueños. Y esos sueños, aunque tarde, se acabaron cumpliendo. Dejaron Madrid y se reunieron con parte de la familia que aún les quedaba en un pueblo muy alejado de Córdoba y de Andalucía: Anglés, en la provincia de Girona. Allí nacieron sus cuatro hijos y les educaron en sus mismos valores, enseñándoles a ser personas tan leales, valientes y excepcionales como lo eran ellos. Con el tiempo, se mudarían a la Cellera de Ter.
A Francisco, a quien recuerdo como el hombre más dulce y más sonriente que he conocido en mi familia, le dio tiempo a verles crecer, pero un cáncer tuvo el capricho de llevárselo en el mejor momento de su vida. Carmen se quedó entonces al amparo de sus hijos y así ha seguido hasta el día de hoy. Una mujer que siempre supo lo que quería y que luchó por ello sin perderse en lamentaciones absurdas ni excusas baratas. Una mujer valiente, leal a sus sentimientos y fiel a su marido hasta el final de sus días. Un orgullo para mí haberles conocido a los dos. Espero que, a partir de hoy, vuelvan a estar juntos. Al menos lo estarán en mi recuerdo de ellos.
Gracias por vuestro ejemplo, por vuestro amor y por todo lo bueno que he aprendido de vosotros.
Nunca dejaré que mi memoria os pierda la pista. Mil besos, mis héroes.
Estrella Pisa
28 de Julio de 2015