Dándole vueltas a la sopa

 

El día de final de curso, alumnos y padres de alumnos están sentados en un patio de butacas improvisado en la pista de baloncesto del instituto ante un escenario de quita y pon aderezado con una plataforma metálica cubierta por unos cortinajes que suplantan al telón de un teatro. Cuando estos se descorren, aparecen en escena dos personajes sentados a una mesa. Detrás de ellos, un decorado pintado a mano recrea el fondo de una cocina antigua. Los personajes, ataviados con ropas de otra época representan a una madre viuda y a su hijo adolescente.

Imagen encontrada en Pixabay


- Deja ya de darle vueltas a la sopa, que me estás poniendo de los nervios.

- Es que está muy caliente, madre.

- Pues te la tomas y punto, que fría no vale nada.

- Anoche soñé que iba a un concierto y que unos cantaban algo de una sopa fría y otros gritaban algo así como "no quiero sopa, los guardias son feos".

- ¡Menuda estupidez! Los caldos hay que tomarlos calientes, para que nos entonen el cuerpo y nos arranquen el frío de los huesos.

- Pues a mí me gusta más cuando la sopa no quema.

- Porque eres un sin substancia. Parece que no te corra la sangre por las venas.

- ¿Por qué me dice eso, madre?

- Porque tengo que estar todo el día detrás de ti, mandándote lo que tienes que hacer. De ti nunca sale la idea de hacer nada. ¿Qué voy a hacer contigo? ¿De qué vas a vivir el día que yo te falte?

- Madre, falta mucho para eso y le recuerdo que aún soy un niño.

- Un niño, dice, con catorce años ya cumplidos. Yo a tu edad ya estaba harta de trabajar y, en cambio tú, aquí viviendo a la sopa boba, esperando que te lo den todo hecho.

- Sabe que le ayudo en todo lo que puedo.

- Pero es que yo no quiero que me ayudes; lo que quiero que entiendas de una vez es que lo que yo necesito es que tomes las riendas y te hagas responsable de tu vida.

- ¿Acaso pretende que me vaya de casa y me espabile por mi cuenta?

- No, lo que te pido es que no esperes a que yo te mande nada y que te adelantes y lo hagas.

- Cada vez que lo he intentado, me he ganado un buen rapapolvos suyo.

- Porque eres como una sopa de arroyo, que sólo entorpeces mis pasos.

- ¿Qué es una sopa de arroyo? No recuerdo que la hayamos comido nunca.

- ¿Lo ves? Eres tan inútil que no conoces ni nuestra forma coloquial de hablar. Una sopa de arroyo son los guijarros o piedras sueltas que te encuentras en el camino.

- Pues, diga usted lo que quiera, pero es la primera vez que lo oigo. Y tampoco me ha salido nunca en las sopas de letras de los periódicos que encuentro en la calle.

- ¿Qué quieres? Si te pasas el día tirado en ese camastro leyendo esas malditas novelas de Marcial Lafuente Estefanía que te dejó tu abuelo y que me encuentro tiradas hasta en la sopa. Vaya par de sopapos os metía yo a los dos.

- ¡Oiga, madre: Un respeto por los muertos!

- Respeto pide el mocoso... El respeto no es algo con lo que se nace, sino algo que nos ganamos con nuestros actos y tu abuelo, créeme, sólo vivió para desgraciarle la vida a mi madre andando a la sopa con unas y con otras y, de paso, aguarme la fiesta a mí.

- No sabía que le hubiese puesto los cuernos a la abuela.

- Porque siempre estás en babia y nunca te enteras de nada. A la pobre le hacía las sopas con su propio pan y ella le creía porque no le quedaba otra. Así hasta que murió, consumida en sus propios delirios, alimentada los últimos meses a base de sopas borrachas, que la calmaban y le ayudaban a olvidarse de todo.

- ¿Sopas borrachas? ¿De qué habla usted?

- Tú no las has probado, porque cuando ella murió, siento tú un niño de pecho, juré que no las volvería a preparar nunca más. Son sopas que se hacen con pan, vino, azúcar y canela.

- Y entonces el abuelo se quedó a vivir con nosotros.

- No, fue justamente al revés, fuimos nosotros los que no tuvimos otro remedio que quedarnos a vivir con él. La casa era suya y aquí vivíamos con tu padre. En principio sólo mientras yo tuviese que cuidar de la abuela. Pero, al poco tiempo de morir ella, nada de lo habíamos planeado salió bien.

- Porque entonces murió padre.

- ¡Qué inocente eres, hijo! Creo que ya está bien de paños calientes y de suavizarte la verdad. Ha llegado el momento de que sepas que tu padre sigue vivo.

- ¿Cómo dice usted?

- Lo que oyes. Tu padre no murió, sino que nos abandonó a nuestra suerte, dejándonos a merced de tu abuelo. Y él sintió que se le caía la sopa en la miel.

- ¡Qué cosas tan raras dice, madre! 

- ¡Joder, qué poco me entiendes! Pues que el abuelo vio la oportunidad como caída del cielo. Nos permitió seguir viviendo en su casa, pero a cambio de cuidarle y mantenerle, porque ya no trabajó más. Hasta que, doce largos años después, un día llegó de la taberna con una cogorza como un piano y empapado de lluvia como una sopa. Se pasó la noche delirando de fiebre y por la mañana amaneció muerto. Y ahora que podría respirar algo más tranquila, ¿qué me encuentro?

-¿Qué se encuentra, madre?

- Pues que tengo que mantener a otro zángano. ¡Maldita la hora en que conocí a tu padre!

- Si no le hubiese conocido, yo no habría nacido.

- Pues por eso mismo te lo digo.

- Entonces, ¿usted ya no me quiere?

- Anda, anda, deja de decir sandeces y cómete de una vez la puñetera sopa, que debe haberse quedado más fría que un témpano.



Estrella Pisa.


Microteatro para el reto de diciembre que nos propone Merche en su blog Literature and Fantasy.



Comentarios

  1. ¡Hola, Estrella! Jajajajaj, ¡qué bueno! Creo que has empleado todas las expresiones que hay con la palabra 'sopa', alguna, además, ni la conocía yo. Y, también, la has utilizado como comida. ¡Perfecto! Te ha salido un microteatro redondo para el reto. Pobre madre y pobre hijo, al mismo tiempo, la madre por todo lo que ha sufrido y encima tener que contender con el zángano del hijo; y este porque tampoco tiene la culpa de lo ocurrido con su madre y él solo quiere tomarse la sopa fría, y no la de la canción, como él dice al principio. Un puntazo incluir la mencionada canción. Lo dicho, un micro redondo. Me ha gustado mucho, ingenioso y original. Te felicito.
    Mil gracias por participar.
    Un abrazo. :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias a ti, Merche, por plantear estos retos. De no ser por ti, seguramente nunca se me habría ocurrido escribir cosas así.
      Un muy fuerte abrazo.

      Eliminar
  2. Has creado una sopa tan curiosa como interesante, Estrella.
    Como caldo de base has jugado con una enorme variedad de acepciones y frases hechas sobre la palabra sopa. La verdadera sustancia está en esa historia dura que es más habitual de lo que pudiera parecer y es la verdadera protagonista del relato.
    Interesante degustación.
    Un enorme abrazo :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Miguel.
      Me alegra que te haya gustado. Como bien dices, la historia de fondo es más habitual de lo que nos gustaría reconocer.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  3. Muy buen microteatro Estrella, geniales las expresiones con la sopa, la verdad la mayoría no las conocía. Enhorabuena.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Ana.
      Me alegra que te haya gustado.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  4. Una sopa contundente. Genial aporte al Microteatro. Un abrazo

    ResponderEliminar
  5. Has hecho una sopa no solo caliente, sino de todas las maneras posibles, ja, ja, ja. Un buen texto. Saludos.

    ResponderEliminar
  6. Hola, Estrella, qué estupendo microteatro nos has regalado. Por el lenguaje podemos marcar la época y la clase social a la que pertenecen en este país. Has hecho un juego de palabras con la sopa que da para mucho y qué bien colocada cada expresión en su contexto. Mas que leerlo, los he visto actuando a los dos: madre e hijo en esa cocina tan pobre, ante la sopa humeante. Realmente el hijo es un sopas.
    Felicidades.
    Un fuerte abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Qué bueno, María Pilar, que definas al hijo como un sopas! Me ha encantado.
      Muchas gracias por leerlo y comentarlo.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  7. Bueno, bueno, Estrella. Vaya maravilla de relato que nos traes aquí. He disfrutado mucho con el diálogo magistral que arrastra como fondo referencias múltiples a la sopa anunciando en cada una un matiz nuevo y aleccionador que la madre explica al hijo. Es como una lección de vida que la madre resignada quiere dar a su hijo en tan solo una conversación, pero esta cobra tanto sentido a lo largo de su desarrollo que debe haberlo conseguido, aunque si ella lo considera un poco zoquete igual el éxito ha sido parcial. En cualquier caso, un excelente ejemplo de buena escritura y más que amena lectura.
    Felicidades. Te invito a comentar alguno de mis últimos posts en marcosplanet.
    Gracias de antemano.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Marcos, por tan generoso comentario.
      Me alegra que te haya gustado.
      Un muy fuerte abrazo.

      Eliminar
    2. Buenos días, ante todo.
      Agradecería que pudieras comentar en mi blog mi relato: "Rebelión en la Torre de los sabios". Me interesa tu valiosa opinión.
      Disculpa la intromisión.
      Felices Fiestas!

      Eliminar
    3. Hola Marcos,
      En cuanto tenga un momento, me paso por tu blog y lo leo.
      Feliz Navidad.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  8. Te ha quedado redondo, todas las expresiones que has utilizado, ¡Bravo! Diálogos muy trabajados. Pobre niño, menuda madre más intransigente. ¡Me ha encantado! Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias. Eres muy amable.
      Un fuerte abrazo y Feliz Navidad.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La aprendiz de bruja

Todo tiene un precio

No quiero tu miedo