Un mal augurio
El alba aún no había despuntado en el horizonte cuando Pep entró en la taberna del puerto. Su desgastado impermeable y su capucha le habían resguardado de la intensa lluvia y las piedras que alojaba en sus bolsillos le habían permitido mantenerse en pie. Aquella noche no había querido salir a pescar, pero tampoco había podido dormir, pensando en la suerte que habrían corrido sus compañeros. Cuando salieron del puerto el mar estaba en calma, pero a Pep no le convenció el color del cielo. Trató de alertar a los demás, pero se rieron de sus miedos. Las señales que advirtió en el ambiente le recordaron demasiado a las de otra noche de muchos años atrás, cuando siendo apenas un crío acompañó a su padre hasta su barca. Nunca regresó ni tampoco encontraron su cuerpo. Fotografía de un pescador de L'Escala realizada por Josep Esquirol (1874-1931) Cincuenta años después, sentado junto a la ventana, Pep fumaba su pipa en silencio. El humo acariciaba las arrugas de un rostro ceniciento que