Lo que callaba el espejo


Amelia despertó de repente, sin tener conciencia de haberse dormido la noche anterior, y sintiendo una ligereza inusual en sus miembros. Unos golpes de mazas sobre los marcos que sostenían las puertas del armario empotrado en el que se encontraba reposando la sobresaltaron, pero no tenía dónde esconderse. Los obreros estaban destrozando la puerta y, por los agujeros que iban abriendo en la madera, ella iba perfilando sus rostros y sus cuerpos.

No entendía qué hacía encerrada en aquel armario y temía la reacción de aquellos hombres cuando la descubrieran. Para su sorpresa, cuando hubieron despejado el espacio que ocupaba el armario, pasaron junto a ella para recoger los escombros y tuvo la agradable certeza de que no la veían. Recreó sus ojos en observarles trabajando y, pasadas unas horas, cuando dieron por concluida su jornada, les vio recoger sus cosas y abandonar la casa. Solo entonces, Amelia se atrevió a explorar lo que quedaba de la que había sido su casa. Le había costado reconocer su propia habitación, cuando desapareció el armario que la había mantenido a salvo de sabe Dios quienes ni por qué razón. Pero, al mirar por la ventana, reconoció la fuente de piedra del jardín. Un jardín que había perdido las formas cuidadas de los arbustos, los armoniosos colores de las flores que tantos buenos ratos le hacían disfrutar a su madre y los dulces aromas con los que embriagaban los atardeceres de verano. Ahora las plantas trepaban a sus anchas, sin orden ni concierto, como en una selva virgen que no parecía dispuesta a doblegarse ante los caprichos de nadie.



Volviendo la vista hacia el interior de la habitación, detuvo la mirada en el colchón de su cama y se dio cuenta de que lucía una enorme mancha oscura. Era una mancha vieja, pero Amelia no tardó en reconocerla y recordarla muy roja. Roja de su propia sangre.

Corrió hacia el pasillo y se encerró tras la puerta que reconoció como el cuarto de baño. Le gustaba esconderse allí. Era una estancia agradable, pues tenía una ventana que daba al jardín y por la que entraba mucha luz. Su madre siempre tenía plantas de flor que creaban un ambiente muy acogedor. Sobre el lavabo, que ahora se mostraba desvencijado y cubierto de polvo y óxido, continuaba erigiéndose el hermoso espejo enmarcado en molduras de nácar que contribuía a embellecer aún más todo el conjunto. Ahora lo cubría un velo de telarañas que le impedía a Amelia verse en él reflejada.

Buscó en los cajones algo con lo que adecentarlo un poco, encontrando una vieja toalla algo deshilachada. Cuando se disponía a desvelar el espejo, recordó que una de sus amigas le había referido que, si se acercaba a un espejo a oscuras con una vela encendida podría ver cómo luciría su rostro en el momento de su muerte. A oscuras, palpando las paredes de un pasillo que, de pronto, recordó haberse aprendido de memoria, llegó hasta la cocina y advirtió que todo en ella había desaparecido, salvo parte de la encimera de mármol que aún no habían acabado de arrancar los obreros. Sobre ella, sin explicárselo, encontró una vela y una caja de cerillas. Volvió al cuarto de baño y, cogiendo la toalla, se dispuso a limpiar el espejo. Luego encendió la vela y acercó su rostro al espejo. Primero no se vio, solo se reflejaba la luz tenebrosa de la vela. Ni rastro de su rostro. Decidió tocarse la cara y, solo entonces, la notó mojada. Sin darse cuenta, estaba llorando y, al mirarse las manos a la luz de la vela, las vio rojas de sangre. Se asustó y quiso huir, pero el espejo se encendió de pronto y le mostró su propia imagen.

Se vio muy joven, con las facciones desencajadas y el rostro manchado de sangre.


-    ¿Es así como voy a morir?

-     No- la sorprendió el espejo.- Así es como moriste hace cincuenta años.

-     Pero, ¿qué dices? ¿Acaso no ves que estoy viva?

Amelia no salía de su asombro. Intentando demostrar que no estaba muerta, volvió a llevarse las manos al rostro, pero esta vez, no notó nada. Sólo vacío, solo aire viciado de miedo.

-    No insistas. De ti no queda ya nada, solo tu miedo.

-    Miedo, ¿a quién?

-    A tu asesino.

-    Pero yo estaba escondida en el armario.

-    No, Amelia. Tu alma huyó al armario, como habías hecho tú siempre, cada vez que aquel indeseable decidía jugar con tu cuerpo. Pero tú ya estabas muerta.

-    Y, ¿por qué he vuelto después de cincuenta años?

-   Porque la nieta de la que fue tu hermana ha heredado la casa y ha decidido reformarla para vivir en ella. Al destruir el armario en el que se refugiaba tu alma, los obreros han despertado tu fantasma.

-    ¿Cómo es la nieta de mi hermana?

-    Quizá prefieras verla.

-    ¿Puedo?

-    Mírame de nuevo y la verás.


Amelia no podía creer lo que veía. Su sobrina nieta era igual que ella. El mismo pelo, la misma sonrisa, idénticos los ojos, pero con algunos años más.

-    Pero, ¡si soy yo!

-    No, Amelia. Estás viendo la persona en la que tú no pudiste convertirte.

-    ¿Qué va a ser de mí ahora?

-    Deberías irte.

-    ¿A dónde?

-    Al lugar del que nunca debiste regresar.

-    Pero, si el armario ya no existe.

-    Coge una de las mazas de los obreros y rómpeme. Quizá, así, tu alma logrará liberarse.


Amelia se disponía a obedecerle, cuando oyó que alguien abría la puerta de la entrada. Olvidó que era un fantasma y que nadie podía verla.

Las dos personas que entraron eran un hombre y una mujer. Se los veía acaramelados y se abrían paso entre la oscuridad a golpe de linterna.

Amelia reconoció a la mujer, cuando pasó delante de ella y se dirigió con decisión hacia el cuarto de baño.


-   Mira qué preciosidad, Héctor.- se refería al espejo.

-   Sí que es bonito, sí. Pero la casa está hecha un asco.

-   Con paciencia, la iremos convirtiendo en un hogar bien bonito.

-   Pero, Elena, ¿estás segura de querer reformar esto?

-   Pues claro, ¿dónde íbamos a vivir mejor que aquí?

-   Si tú lo dices...

-   Mi abuela decía que, en este espejo, podías ver el futuro. Acércate y mirémonos los dos en él, a ver qué vemos.


Se asomaron ambos al espejo, pero al otro lado no se reflejaban sus rostros presentes ni futuros, sino el de una adolescente en su cama, siendo violada por el padre de la abuela de Elena. Luego vieron como él la apuñalaba con saña y la abandonaba agonizante, para huir de la escena del crimen y no volver nunca más. Después aparecía la madre de su abuela, descubriendo a su hija asesinada y cerrando la casa para no volver a abrirla jamás. Y, como colofón final, vieron las llamas. La casa ardía por los cuatro costados y, del fuego, emergía la imagen de Amelia difuminándose para descansar en paz.


-   ¿Sabes qué te digo, Héctor? Mejor nos buscamos otra casa para vivir.

-    Desde luego, porque esta está ardiendo.

-   ¡Corre!



Estrella Pisa

1200 palabras.


Relato participante en el 2º Concurso de Relatos Iadicto Digital RELATOS DESDE EL OTRO LADO DEL ESPEJO.



Comentarios

  1. Hola, Estrella, ¡pedazo de relato! Muy bien escrito, con misterio, y con una historia sacada de una película de terror. Menos mal que el espejo les enseñó todo el pasado de Amelia y decidieran salir de allí, además de por el fuego claro. No sé si después de leerlo voy a ser capaz de mirarme en un espejo. Espero que se me olvide, jeje.
    Un abrazo. :)

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    1. Muchas gracias, Merche.
      Me alegra que te haya gustado.
      Un abrazo enorme.

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  2. Qué buen relato, Estrella. Una historia de tono clásico que desvela finalmente un secreto terrible. Me ha gustado mucho el tono y esa imagen final del alma de Amelia liberada por fin. Gran cuento.

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    1. Muchas gracias, Marta.
      Si las paredes o los objetos de las casas abandonadas hablasen... cuántas historias similares podrían llegar a contarnos.
      Un abrazo enorme.

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  3. Un relato intenso y sobrecogedor, donde el verdadero terror nace del pasado. Con gran maestría, Estrella mezclas lo sobrenatural y la tragedia humana, dejando una historia que estremece y conmueve a la vez. Un Abrazo

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    1. Muchas gracias, Luis.
      Los peores monstruos siempre son los que duermen en nuestra propia mente. Cuando despiertan... que no nos pase nada.
      Un fuerte abrazo.

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  4. Estrella, qué excelencia. De verdad que lo único que lamento de los retos de Miguel es no poder leer la opinión de él. Pero bueno, es un post intrigante, no se puede despegar el ojo hasta el final.¡Y qué final! De misterio en misterio, mágica trama. Muchas felicidades, te auguro lo mejor en la votación. Un abrazo! 🌹🌹🌹

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    1. Muchas gracias, Maty.
      Sí que es una pena que Miguel no pueda comentar, pero creo que, dada la circunstancia, es perfectamente entendible que sea así. Sus comentarios podrían decantar los votos hacia uno u otro relato y eso no sería muy ético. Miguel nos ofrece este maravilloso reto y poder formar parte de él ya es un verdadero lujo, entre tantos compañer@s con tanto ingenio y talento.
      Un abrazo enorme.

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  5. No hay verdad más indiscutible que la que ofrece un espejo. Una que va más allá del simple reflejo.

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    1. Muy cierto, Cabrónidas. El problema está en que no siempre queremos ver lo que nos devuelve el espejo y decidimos caer en trampas mentales que nos hacen vernos de otra forma.
      Un fuerte abrazo.

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  6. Ufff, me ha encantado. Se lee de corridito porque uno quiere saber qué es lo que pasó. Me parece que usas el recurso del espejo de excelente forma. Está todo muy bien narrado, es una historia que impresiona y te deja una sensación extraña. Me hace pensar en cuántas almas andarán escondidas por ahí, latentes. Muy buenas descripciones. Enhorabuena por un gran relato.

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    1. Muchas gracias, Ana.
      Almas escondidas en casas abandonadas, no sé si habrán o no. Pero personas que cargan con los fantasmas de su pasado y les permiten que les arruinen el presente y el futuro, por desgracia, hay muchas. Quizá demasiadas. La mente, bien usada, es nuestra mejor aliada, pero cuando le permitimos que se pierda en su propia oscuridad, puede convertirse en nuestra peor pesadilla.
      Un abrazo enorme.

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  7. Hola Estrella, pedazo relato lleno de misterio, parece sacado de una película sobrenatural. Me ha encantado.
    Un abrazo🌹

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    1. Muchas gracias, Mari.
      Me alegra que te haya gustado.
      Un abrazo enorme.

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  8. ¡Qué relato, Estrella!
    Me encanta cómo has dado un giro a mitad del relato que podía quedar en lo simplemente fantástico para llevarnos a un asunto tan espinoso y desagradable como real. Luego has vuelto a dar otro giro al relato para mostrarnos lo que nos habías hecho sospechar en la figura de la nieta y su pareja. Al final, nos dejas ver una relación que no es tóxica.
    Un enorme abrazo :-)

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    1. Hola Miguel,
      Te agradezco un mundo tus comentarios porque siempre aprendo algo nuevo de mis propios relatos. Mientras escribía este, en ningún momento se me pasó por la cabeza que la nieta de la hermana de Amelia pudiese tener una relación tóxica con su pareja. Pero ahora, releyéndolo, veo que tiene mucho sentido que lo hayas visto así.
      Una prueba fehaciente de que los relatos están vivos y se reinventan cada vez que alguien los lee.
      Mil gracias por estar ahí siempre.
      Un abrazo enorme.

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  9. La historia de Amelia, despertando en un armario destrozado por obreros y descubriendo que es un fantasma atrapado en su antigua casa, es un comienzo que atrapa de inmediato. La descripción de la mansión en ruinas, con el jardín selvático y el colchón manchado de sangre, crea una atmósfera densa y melancólica que te mete de lleno en el misterio. Me encanta cómo usas detalles como la fuente de piedra o el espejo con molduras de nácar para anclar la historia en lo cotidiano, pero con un toque siniestro que no deja indiferente. El diálogo con el espejo es el corazón del relato y está muy bien ejecutado. La revelación de que Amelia murió hace cincuenta años, víctima de un asesinato, es un giro impactante, y la idea de que su alma se refugió en el armario para escapar del horror es desgarradora. La conexión con la nieta de su hermana, que se parece tanto a ella, añade una capa de tristeza y a la vez de esperanza, como si Amelia pudiera ver en ella la vida que le fue arrebatada. La escena final, con Elena y Héctor mirando el espejo y viendo el crimen de Amelia, es escalofriante y visual, especialmente por cómo culmina con la casa en llamas y Amelia desvaneciéndose en paz. Ese cierre, con la decisión de buscar otra casa, es perfecto: práctico, humano y con un toque de humor negro que alivia la tensión.
    Felicidades

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    1. Mil gracias por este comentario, Marcos.
      Los espejos antiguos me inspiran cierto respeto porque, a saber todo lo que pueden haber llegado a reflejar. Si pudiesen hablar, más de uno/a tendríamos que echarnos a correr huyendo de ellos, tal como hacen Elena y Héctor.
      Un abrazo enorme.

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  10. Hola, Estrella, menudo relato, me has tenido con el corazón en un puño todo el rato. Qué siniestro, y a la vez que fluidez y misterioso. Me ha encantado, a pesar de ese trasfondo tan trágico.
    Un fuerte abrazo!

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    1. Muchas gracias, Pepe.
      Me alegra que te haya gustado. Los espejos antiguos inspiran este tipo de historias trágicas. No dejan de ser callados espías de lo que nos pasa a los que nos asomamos a ellos todos los días. Si pudiesen hablar de verdad, más de uno/a nos acojonaríamos.
      Un abrazo enorme.

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