Mirar sin ver
Por quinta vez aquella mañana, el programa de gestión con el que trabajaba a diario le había vuelto a dejar colgado. Se consideraba una persona eficiente y resolutiva, hasta el punto de olvidarse por completo de sí mismo. Metódico de manual, Vicente trataba de cumplir con sus obligaciones lo mejor que sabía, sin cuestionarte si su método sería o no el más óptimo, porque no le gustaban los atajos ni tampoco hacerse trampas al solitario. No soportaba las personas que se escaqueaban constantemente de sus tareas, porque para él el tiempo era oro y odiaba perderlo. Por eso aquella mañana se sentía al borde de un ataque de nervios y, para sorpresa de sus compañeros, estalló contra la pantalla de su ordenador.
- ¡Si no te pones en marcha ahora mismo, te juro que te reviento contra el suelo!
- Pero Vicente, por Dios, ¿cómo le hablas así a una pobre máquina?- le objetó María, quien tenía la sana costumbre de tomárselo todo a risa.
- No la defiendas, que es una ingrata. Cuanto más le doy, ella más me quita.
- No entiendo que te pasa hoy, ¿acaso te ha bajado la regla?
- ¡Qué graciosa! ¡No te quedarás muda, ni que fuera por un día!
- ¡Oye, chaval, menos agresividad, que aquí nadie tiene la culpa de que tú te hayas levantado con el pie izquierdo!
- ¿Es que no ves el problema? ¡Así no se puede trabajar!
Así era todos los días y Vicente llegaba a casa extenuado por la tensión acumulada. No entendía la falta de compromiso de sus compañeros. Para él el trabajo lo era casi todo y se sentía muy frustrado cuando no podía desempeñarlo con la eficiencia que se exigía a sí mismo.
Desde que había muerto su madre, la casa se le caía encima. Nunca se le había dado bien eso de relacionarse con otras personas. Hijo único de madre viuda, había crecido bajo la protección de su falda y apenas había tenido un par de amigos que, llegada la adolescencia, le habían empezado a dar de lado porque veían que él no estaba por la labor de redescubrir el mundo conocido. A diferencia de ellos, que habían optado por cursar el bachillerato con la intención de estudiar después una carrera y acabar ejerciéndola muy lejos de su pueblo natal, él optó por la vía de la formación profesional, especializándose como administrativo. No quería dejar sola a su madre, que tanto se había sacrificado por él.
Durante sus prácticas en una gestoría se implicó tanto en cada una de las tareas que le asignaban, que no dudaron en hacerle un hueco fijo en su plantilla. Habían transcurrido quince años y allí seguía, ocupando la misma silla frente a la misma mesa. El único elemento que había ido cambiando en su día a día era el ordenador que, últimamente, lo estaba desquiciando.
En aquellos quince años de rutinas había tenido un par de parejas, pero apenas le duraron el tiempo que ambas necesitaron para darse cuenta de que, con él, no iban a llegar ni a la esquina de su aburrida calle. Era muy hábil con los números, pero demasiado torpe con las palabras. Y ya no digamos con las emociones y las manos. Le perdía el miedo de ir demasiado deprisa y por ello no llegaba nunca a ninguna parte. María siempre le recriminaba que miraba, pero no veía. Y él se limitaba a responderle:
- ¡Vaya tontería! ¿Acaso no es lo mismo?
- Pues no, listo. Claro que no es lo mismo. Tú no verías al amor de tu vida, aunque te pasara todos los días por delante.
- ¡Porque lo digas tú!
- No solo lo digo yo. Lo pensamos todos y un día te lo vamos a demostrar.
Ante el órdago que le acababa de lanzar María, Vicente hizo lo de siempre: bajar la cabeza y hacer como si no hubiese oído nada.
En los últimos días había notado que la conexión se interrumpía con más frecuencia, pero asombrosamente, se empezó a dar cuenta de que solo le ocurría a él. Sus compañeros seguían pudiendo trabajar, aunque, según su estricto criterio, no siempre lo hacían. Cada vez que pedía auxilio a Lucía, la responsable de sistemas, esta le aseguraba que todo funcionaba correctamente y, de hecho, él mismo admitía que la conexión se había restablecido y que nada le impedía seguir acometiendo sus tareas. Pero, al cabo de una hora, el sistema se le volvía a caer.
En una de esas pausas forzadas, empezó a jugar con el Copilot de su móvil, haciéndole preguntas relacionadas con su problema:
- ¿Podrías explicarme por qué en una oficina en la que trabajamos veinte personas solo se me cuelga el sistema operativo a mí?
- ¿Has comprobado si tienes conexión a internet?
- Sí que la tengo.
- ¿Todo el tiempo?
- Menos cuando se cuelga el programa, pero a mis compañeros no les pasa.
- ¿Cómo es tu relación con ellos?
- ¿A qué viene esa pregunta? Se supone que, aquí, quien pregunta soy yo.
- Y yo te respondo. Pero, ¿quién ha dicho que no pueda hacerlo usando nuevas preguntas?
- Pero si tú eres una máquina, tú no piensas. ¿Qué más te da a ti cómo me relacione yo con los demás?
- Para que todo funcione, la cohesión del equipo es fundamental. No sé por qué sospecho que el problema no está en tu ordenador, sino en ti mismo.
- ¿Cómo te atreves?
- Me has pedido ayuda y trato de dártela.
- Pues no quiero esa clase de ayuda.
- Me parece lícito, pero así no solucionarás tu problema y seguirás maltratando a tu pobre ordenador.
- ¿Cómo sabes tú que le maltrato?
- Porque tengo una infiltrada en tu oficina y me pone al corriente de lo que se cuece contigo allí todos los días.
- ¡María! ¡Mira que lo sabía!
- Frío, frío. Ella solo es una mensajera igual que yo.
- ¿De qué coño hablas ahora?
- De que miras sin ver. Te centras en la oscuridad y eres incapaz de ver la luz que se ha posado en ti como un faro desde hace tiempo.
- ¿De qué luz me hablas?
- De la que proyecta sobre ti una de tus compañeras. Cada vez que la ignoras, ella te castiga cortándote la conexión. Pero tú solo ves lo que tienes delante de la nariz: la pantalla de tu pobre ordenador, contra la que descargas toda tu frustración.
- ¿Quieres decir que alguien de mi oficina está boicoteando mi trabajo?
- No. Intento explicarte que alguien está enviándote señales para que te dignes a mirarla y darte cuenta de que lleva tiempo loca por ti.
- ¿Y no sería más fácil que me lo dijese a la cara?
- No, porque teme ser rechazada casi tanto como tú.
- No se me ocurre quien puede ser...
- Te he dado varias pistas, pero María ya me advirtió que no verías al amor de tu vida aunque lo tuvieses delante.
En aquel punto de la surrealista conversación con Copilot, Vicente advirtió que solo podía tratarse de Lucía. Y, por primera vez en mucho tiempo, sonrió.
Estrella Pisa
https://lafadablancailaportatransparent.blogspot.com
Relato de 1200 palabras para el Primer Certamen Iadicto digital de Relatos cortos promovido por Tarkion en su blog Iadicto digital.
✨ Mensaje automático de Tarkion / Miguel ✨
ResponderEliminar¡Gracias por sumarte a esta primera bloglocura de IAdicto Digital!
Este mensaje es igual para cada participante del concurso, porque por ahora prefiero leer en silencio, prepararte el comentario y no adelantar impresiones.
Cuando termine el certamen, tras las votaciones, volveré con calma y lo publicaré en tu blog.
Si quieres verlo antes, escríbeme a contacto@iadictodigital.com o en bloguers.net y te lo mando por privado.
Me alegra mucho tenerte en esta aventura.
¡Un fuerte abrazo!
PD: mensaje automatizado: ¡Mil gracias, Estrella! ¡Gracias por apuntarte a esta aventura y un abrazo! :)
Muchas gracias, Miguel.
EliminarLo que no logró un humano, lo logró una máquina, una IA. Quizá acabe de ocurrir en la vida real más pronto que tarde. :)
ResponderEliminarMuchas gracias por leerlo y comentarlo, Cabrónidas.
EliminarComo todo en la vida, la IA tendrá inconvenientes, pero también cosas buenas. Y tenemos que aprovecharlas.
Un abrazo y mucha suerte en el certamen.
Me ha encantado este relato, Estrella. Me he sentido muy identificado con Vicente en más de un momento… esa sensación de hacer todo “como debe ser” y aún así sentirse frustrado, solo, o desconectado del mundo. Me ha parecido muy tierna la forma en que introduces esa especie de conversación con el Copilot, que termina siendo más humana que muchas personas. El final me ha dejado con una sonrisa, porque a veces necesitamos que nos lo digan a la cara —o nos lo repitan mil veces— para atrevernos a ver lo que tenemos delante. Gracias por recordarnos, con tanto cariño y humor, que no es lo mismo mirar que ver.
ResponderEliminarY a fuiste nombrada en el mapa secreto: https://optimizeseotips.com/el-mapa-secreto-contenido-trafico-cobra-vida/
Muchas gracias, sLuis,
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Mucha gente culpa a las redes sociales y a la IA de todos los males del mundo. Como si nuestra manía de no comunicarnos con los que tenemos al lado la tuviesen nuestras aplicaciones. Pero hay muchos casos en que, como en el caso de Vicente, esas aplicaciones sirven para unir a personas que, sin un empujoncito, nunca se habrían atrevido a relacionarse de una forma más cercana. ¿Cuántas parejas se habrán unido gracias a los blogs o a redes sociales como Facebook, Twenty o el mismísimo whatsapp?
Toda la vida han existido los tímidos y los solitarios, pero gracias a todo lo bueno que ha traído internet, ahora parece que lo van a tener más fácil para abrirse un poco.
Muchas gracias, también, por nombrarme en el mapa secreto. Me ha emocionado leer lo que has escrito, Luis. Ha sido una sorpresa de lo más inesperada, pero muy gratificante.
Un abrazo enorme.
Yo también te leo.
Hola Estrella, pero que relato más bonito, me ha tenido enganchada de principio a fin. En este aso la IA es buena y le resuelve el problema. Por fin se da cuenta del amor de Lucía.
ResponderEliminarUn abrazo Estrella, a mi me ha gustado muchísimo 🤗
Muchas gracias, Mari.
EliminarMe alegra que te haya gustado. La IA es como todo lo nuevo: nos inspira cierta desconfianza al principio, pero si aprendemos a usarla bien, nos puede aportar muchas cosas buenas y ahorrarnos mucho tiempo.
Un abrazo enorme.
Hola, Estrella, qué bien que hayas participado en el certamen de Miguel. Qué bonito relato, me ha dejado pegada a la pantalla todo el tiempo, jeje, yo era el Copilot de Vicente y ya le estaba advirtiendo desde las primeras líneas, jeje. Me ha gustado mucho y, sobre todo, que terminara el relato con una sonrisa del protagonista, eso demuestra que se ha dado cuenta de todo y que, por su propio bien, debe cambiar, además de enamorar y enamorarse de Lucía, por supuesto. Muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Muchas gracias, Merche,
EliminarMe encanta que te sientas como el Copilot de Vicente.
¡Qué suerte tenemos todos nosotros de poder contar con el apoyo y la compañía constante (aunque virtual) de todos los demás. Si por separado cada uno tenemos nuestro peculiar talento, cuando lo compartimos nos crecemos de manera exponencial y somos capaces de lo que ni siquiera imaginamos.
Un abrazo gigante.
Hola Estrella, buena propuesta para el reto de Tarkion. Con ese hombre tan torpe que no se da cuenta de que Lucía le ama. ¡Tenía que ser la IA la que le diga lo que él no puede dilulcidar! Espero que en tu historia ambos se junten y él cambie su aburrida forma de ser, aunque a lo mejor, eso es lo que le gusta a Lucía. Y ella, bueno, aunque se anda por las ramas cortando conexiones, es de armas tomar sin duda. Muy bueno. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana.
EliminarMi abuela siempre decía que nunca falta un roto para un descosido. Como bien sospechas, igual lo que nosotras juzgamos como una persona torpe y aburrida es justamente el tipo de persona que le gusta más a Lucía. Los informáticos y los contables tienen fama de cuadriculados y aburridos. Igual se atraen entre ellos. Y, en cuanto a la manera que elige Lucía de llamar su atención, ya nos da pistas de que muy inocente no es. Seguro que, si llegan a liarse, ella será la que marcará los tiempos en su relación.
Un abrazo enorme.
Buenas Estrella
ResponderEliminarMe ha encantado esta historia y cuanta verdad encierra. A veces tanta conexión cibernética nos desconecta de lo que de verdad importa. Todos lo sabemos pero parece que se olvide con la misma velocidad con la que pasan las horas cuando estás entretenido. Imposible narrarlo con más habilidad. Toda una lección (o como se dice por aquí: una "guantá" sin mano). Menos wifi y más mirar a los ojos. "Chapó"
Muchas gracias, Finil,
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Y también celebro haber descubierto tu blog.
Nos vamos leyendo.
Un fuerte abrazo.
Me ha encantado tu aportación, Estrella.
ResponderEliminarEl contexto ya de por si da peso a la frustración de Vicente: —quince años en la misma silla, relaciones fallidas, la casa que “se le caía encima”—
Copilot transforma una queja tecnológica en una metáfora sobre la ceguera emocional. La idea de que una IA revele verdades sobre la vida amorosa de Vicente es muy ingeniosa.
Vicente parece atrapado en una versión limitada de sí mismo, y la solución radica en abrirse a las conexiones humanas que ha ignorado.
La revelación final, con Vicente sonriendo al intuir que Lucía podría estar detrás de los “sabotajes”, cierra la historia con una nota esperanzadora.
Felicidades.
Muchas gracias, Marcos.
EliminarVeo que tu comentario sale dos veces, aunque no sea exactamente el mismo.
Me alegra que te haya gustado la historia de Vicente y Lucía.
Un muy fuerte abrazo.
Me ha encantado, Estrella. El personaje de Vicente es un pilar del relato. La descripción de su vida estancada —quince años en la misma silla, relaciones fallidas, la casa que “se le caía encima”— establece un contexto que da peso a su frustración.
ResponderEliminarLa intervención de Copilot transforma una queja tecnológica en una metáfora sobre la ceguera emocional. La idea de que una IA revele verdades sobre la vida amorosa de Vicente es muy ingeniosa. La revelación final, con Vicente sonriendo al intuir que Lucía podría estar detrás de los “sabotajes”, cierra la historia con una nota esperanzadora.
Felicidades.
Vicente parece atrapado en una versión limitada de sí mismo, y la solución radica en abrirse a las conexiones humanas que ha ignorado.
Muchas gracias, Marcos.
EliminarQué bonito, Estrella. Un relato muy dulce que deja una sensación muy agradable. Ay, ese mirar sin ver tan habitual... Me ha gustado mucho la forma de mostrar la personalidad del protagonista y la sorpresa de ese amor en la sombra que es incapaz de notar hasta el último momento. El tono también muy acertado. Estupendo todo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Marta,
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Un abrazo enorme.
Creo que ese temor a decir "te amo" y ser objeto de rechazo..... es basicamente uno de los pilares humanos.... se supone que el chico que se atreve a decirlo es aceptado, pero si uno nunca lo dice....jamas habra "algo". ¿seleccion natural? no lo se.....
ResponderEliminarMuchas gracias por leerlo y comentarlo, José.
EliminarEse miedo a expresar con palabras lo que uno siente, como bien dices, es más común de lo que pensamos. Y creo que sí puede estar detrás se la selección natural. Como bien sabemos, sobreviven los que mejor se adaptan al ambiente que habitan.
Un fuerte abrazo.
Hola, Estrella!
ResponderEliminarUn relato precioso y muy a lo black mirror, con esa IA que se desdobla de su trabajo y se dedica a dar consejos más allá de lps que debiera como máquina. Me he sentido identificado también, mi ordenador es viejo, tarda una eternidad en encenderse, a veces incluso he de desenchufarlo de l luz y volver a probar. Pero le tengo cariño, en eso si que no me identifico con Vicente.
Me gustó much tu aporte, esa humanización de la máquina es genial.
Un abrazo!
Muchas gracias, Pepe.
EliminarMe alegra que te haya gustado. Mi ordenador del trabajo me hace perder demasiado tiempo y ya no sé si es que yo quiero ir demasiado rápido o él va pisando huevos. El caso es que es desesperante y muchos días acabo amenazándole con estrellarlo contra el suelo, porque me crispa los nervios. Pero, en fin, es lo que tienes estos tiempos digitales, que tenemos que ir todo el día detrás de las máquinas.
Un fuerte abrazo.
Un fuerte abrazo.
Me encantó, Estrella.
ResponderEliminarEse trabajo con Copilot entrando en la vida de Vicente y sinaptando con él y sus compañeros es una maravilla de relato. La forma de descubrirle a Lucía es todo un alegato a la sutileza.
Un enorme abrazo :-)
Muchas gracias, Miguel.
EliminarEres muy generoso en tu comentario.
Un abrazo enorme.