Marilyn

 

La despertó el tono de su móvil y, al incorporarse en la cama, descubrió que su marido no estaba con ella.

-  Buenos días, ¿es usted la esposa de Francisco Miralles?

-  Sí, soy yo, pero, ¿qué le ha pasado?

-  Su marido está en urgencias porque ha sufrido una agresión, pero no reviste gravedad.

Al llegar al hospital, la auxiliar que la atendió en la recepción le indicó que dos policías de paisano la estaban esperando en la cafetería. Los agentes le hicieron varias preguntas sobre su marido y enseguida le permitieron verle.

Guiada por el médico que atendía a Francisco, llegó al box en el que estaba tumbada una mujer rubia, exageradamente maquillada, que se había negado a que le quitasen el vestido rojo que llevaba.

-  Tiene que haber un error. Yo no conozco de nada a esta mujer. ¿Dónde está mi marido?

-  Esta mujer es su marido.

- ¿Cómo dice? ¡Usted está loco!

El médico se acercó a Francisco y le quitó la peluca. Francisco se defendió:

- ¿Qué crees que estás haciendo, mamarracha? Y esta, ¿quién es? ¿De dónde ha salido, tan seria y tan recta, que parece que le han metido un palo por el culo?- dijo dirigiéndose a Elena, a quien no pareció reconocer.

El facultativo le señaló a Elena su despacho y allí le explicó lo que le había ocurrido a Francisco. Por lo que había averiguado la policía, frecuentaba un pub de ambiente desde hacía poco más de un año y un cliente que era la primera vez que acudía, se encaprichó de él, pero él le rechazó. Cuando Francisco se dispuso a abandonar el local, el otro le siguió y le dio una buena paliza. El dueño del pub llamó a una ambulancia y también a la policía.

Elena echó un vistazo a la bolsa que el médico acababa de entregarle con las pertenencias de Francisco y se encontró con unos zapatos rojos con tacones de vértigo y un bolso rojo de lentejuelas en el que encontró una cartera con su documentación y su visa, un pintalabios y dos juegos de llaves que no había visto nunca antes. Lo único que reconoció fue su móvil.

De vuelta a la sala de espera, vio que los policías continuaban allí y se acercó a ellos. Fue entonces cuando le explicaron que Francisco era conocido en aquel pub como Marilyn y que algunos de los clientes con los que hablaron habían confesado haber mantenido relaciones sexuales con él, tanto en el apartamento que tenía en el centro como en el descapotable rojo que había dejado estacionado en el parking del pub y cuyas llaves encontraron en el bolso de lentejuelas.

- ¿Sabe si a su marido le pasó algo fuera de lo común hace aproximadamente un año?

-  Ahora que lo dice... Recibimos la visita de un tío suyo, al que yo no conocía, y Francisco se alteró mucho. Le echó de casa y le prohibió que volviese a aparecer por ella. Me explicó que se lo había hecho pasar muy mal de adolescente, pero no me dio más detalles.

- Uno de los clientes nos dio la dirección del apartamento- dijo Pardo tendiéndole a Elena una nota- Creemos que las llaves podrían ser las que hemos encontrado en el bolso junto a las del descapotable.

Cuando Elena entró en el picadero de Marilyn no percibió nada raro hasta que abrió la puerta de lo que resultó ser un enorme vestidor, encontrando todos los trajes de fantasía que hasta el momento había lucido Marilyn en sus correrías nocturnas. También había pelucas rubio platino, zapatos y botas altas de todos los colores, a juego con llamativos bolsos. En los cajones encontró lencería fina, maquillaje y bisutería.

Pasadas tres semanas en la unidad de psiquiatría, a Francisco le permitieron volver a casa. Fue en aquellos días cuando su tío volvió a llamar a su puerta y todo se precipitó. Al tenerle delante, Francisco no le vio como era en ese momento, sino que le recordó como había sido hacía una eternidad, cuando él apenas era un adolescente de trece años y su tío un hombre hecho y derecho que se las daba de señor respetable ante los adultos, pero no dudaba en colarse en su cuarto de madrugada para abusar de él cada vez que les visitaba.

Entonces Francisco pudo verla también a ella, a Marilyn, quien siempre estuvo presente y fue testigo de cada uno de aquellos abusos. Pero nunca hizo nada. Solo sonreía y posaba para la foto del poster que él tenía en su habitación.

De repente, empezó a entenderlo todo y a comprender también el porqué de su situación actual.

Sin dejarle tiempo a reaccionar, tras su tío aparecieron los agentes Pardo y García, que le tenían bajo vigilancia desde hacía días y le habían seguido con la intención de detenerle.

Por primera vez desde que aquella fatídica madrugada una llamada telefónica hubiese perturbado su sueño, Elena pudo volver a mirar a Francisco a la cara y sonreírle. Él solo pudo corresponderle abrazándola y pidiéndole perdón.

-  Te perdono, pero a partir de ahora, al apartamento ese que tienes, me llevarás a mí cada vez que podamos endosarle los niños a tu hermana o a mi hermano. El descapotable lo conduciré yo y las pelucas de Marilyn me quedarán mejor a mí que a ti. ¿No te parece?

Estrella Pisa

Microrrelato de 900 palabras para el reto del mes de febrero que nos propone M. A. Alvarez en el blog El tintero de Oro, inspirado en El vizconde demediado de Italo Calvino.

Imagen de Marilyn encontrada en Pixabay.