Mi camino no es de pan

 


Nada más acostarse, Amanda supo que aquella noche no iba a pegar ojo. La decisión estaba tomada y sentía que ya no había vuelta atrás, pero aún le costaba convencerse a sí misma de que lo que se disponía a hacer era lo correcto.

Se había criado a la sombra del ejemplo que trataba de inculcarle su madre, una mujer abnegada que llevaba toda la vida sacrificándose por los demás y desoyendo las súplicas de sus propias necesidades. La madre de Amanda era la mayor de varios hermanos y nunca se había atrevido a contrariar a su propio padre, un hombre autoritario y profundamente machista para quien el único cometido de una mujer era servir primero al padre, después al marido y por último a sus hijos y nietos.

Amanda se miraba de reojo en el espejo de su madre y se horrorizaba al ver la imagen que aparecía. Ella también era la mayor de tres hermanos y la única mujer. Por su condición siempre le tocaba a ella apechugar con las tareas domésticas que la madre le encomendaba, mientras que sus hermanos eran libres de emplear su tiempo como les viniese en gana desde que se levantaban hasta que se acostaban. Ella se veía obligada a aprender un montón de cosas que ellos se permitían el lujo de poder ignorar sólo por el privilegio de haber nacido con un rabito entre las piernas. A veces se rebelaba, negándose a cumplir con los encargos de su madre, y tenía la suerte de que su padre se ponía de su parte e impedía el castigo que ya la rondaba. Pero, cumplidos los dieciséis, su padre murió de repente y entonces su situación aún empeoró mucho más. Tuvo que dejar el instituto y buscar un trabajo para ayudar a su madre y a sus hermanos. El abuelo, lejos de compadecerse de ella, lo que hacía era echar más leña al fuego en el que se avivaban sus tormentos.

-   En la panadería de la plaza están buscando una ayudante. No seas tonta. Ve a hablar con ellos. Tendrías un sueldo y cada día te darían el pan.

-   Yo quería ser científica, no panadera.

-   Y a mí me gustaría ser millonario, pero tengo que conformarme con llegar a fin de mes con la pensión tan pobre que me han dejado.

-   Tal vez si no hubieses dejado de trabajar con apenas cincuenta años, esa pensión hubiera sido mejor.

-   ¡Serás impertinente! ¡A mí me debes un respeto como tu abuelo que soy!

-   El mismo que merecemos mi madre y yo y que, sin embargo, tú te pasas por el forro todos los días.

Amanda no le dio opción a réplica porque salió corriendo y le dejó con la palabra en la boca. Al día siguiente pasó por la panadería y se puso de acuerdo con el propietario para empezar a trabajar al día siguiente. Tuvo un sueldo a final de mes con el que ayudar en casa mientras sus hermanos podían seguir estudiando y ella no. Tenía que conformarse con leer por las noches los libros que tomaba prestados de la biblioteca y las cartas que le escribía su tía, hermana de su padre, desde París. Su tía Matilde había sido capaz de burlar su destino marcado desde niña y aprovechar la primera oportunidad que tuvo de volar y forjarse su propio camino como profesora de español en la capital francesa. Viendo la situación de su sobrina, estaba dispuesta a ayudarla, pero le recomendaba que tuviese paciencia y esperase hasta cumplir los dieciocho años.

Amanda dedicó aquellos dos largos años de su vida a trabajar duro durante el día y a empaparse de todas las letras que pudo durante las noches. Cuando llegó, por fin, su anhelada mayoría de edad, escribió a su tía y le pidió que le hiciera un hueco en su vida parisina. Matilde no tardó en responderle que la esperaba con los brazos abiertos y la matrícula pagada en un instituto para que pudiese retomar sus estudios.

La última noche que pasó Amanda en casa de su madre le dio muchas vueltas a la cabeza. Sintió mucho miedo ante la nueva vida que le esperaba y también mucha pena por su madre. Pero no podía hipotecar su vida por ella ni por nadie. Tenía derecho a cometer sus propias equivocaciones y a abrirse un camino con sus propias manos.

Su madre le había dolido todos los días de su vida desde que tuvo uso de razón. No entendía cómo una mujer tan generosa y tan buena como ella podía vivir aún bajo el yugo de su abuelo, sometiéndose continuamente a sus desplantes y a sus imposiciones. Él llevaba toda la vida aprovechándose de ella y negándole su sitio en el mundo. Por más que Amanda tratase de abrirle los ojos, su madre se empeñaba en mantenerlos cerrados a cal y canto. Hasta que la hija desistió y decidió salvarse ella. Si para su abuelo la libertad de una mujer equivalía a una barra de pan al día, para ella siempre sería el derecho a decidir cómo vivir la propia vida, independientemente de las piedras que pudiese encontrar en el camino.

Amanda se levantó muy temprano, cogió la maleta, el abrigo y el bolso, y cerró la puerta con sigilo mientras su familia aún dormía. Sobre su mesilla de noche, encontrarían esa mañana su nota de despedida.



Estrella Pisa


900 palabras.

La imagen es de Pixabay,


Microrrelato para el reto que nos propone El tintero de oro para el mes de octubre, inspirado en la novela El camino, de Miguel Delibes.



Comentarios

  1. Muchas gracias, Estrella, por participar con este relato en el homenaje a Delibes. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Me gusta que Amanda haya podido rebelarse, con la ayuda de su tía, que supo escaparse.
    El mundo contará con una científica más, que ha demostrado tener una enorme fuerza de voluntad.
    Algunas tradiciones son absurdas, están para ser desobedecidas.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Demiurgo.
      Creo que el objetivo más importante que podemos marcarnos en la vida es el de encontrar nuestro propio camino y tener el coraje de seguirlo, con independencia del precio a pagar.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
    2. Muchas gracias, Demiurgo.
      Creo que el objetivo más importante que podemos marcarnos en la vida es el de encontrar nuestro propio camino y tener el coraje de seguirlo, con independencia del precio a pagar.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  3. Hola Estrella, el duro papel de la mujer, como has dicho, los privilegios de nacer con un rabito entre las piernas. Por suerte, Amanda podrá encauzar su camino y no seguirá los pasos de su madre.
    Un abrazo. 🤗

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, Merche.
      La de Amanda es la historia de demasiadas niñas que han tenido que luchar por hacerse oír, por poder ser ellas mismas y no lo que otros esperaban de ellas. Desgraciadamente, no es una historia del pasado, pues hoy en día, en distintos puntos del mundo, demasiadas mujeres siguen padeciéndola.
      Un enorme abrazo.

      Eliminar
  4. Hola Estrella
    La dura vida de la mujer en tiempos no tan lejanos. Nos olvidamos de cómo se sacrificaban muchas de nuestras abuelas y bisabuelas por la desgracia de haber nacido mujer. Por suerte o mejor dicho, por la firmeza de sus convicciones, Amanda pudo librarse de seguir su vida de abnegada sirvienta de los hombres de la casa. Aunque eso significara perder a la familia.
    ¡Muy buen relato! Un abrazo
    Marlen

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por leerlo y comentarlo, Marlen.
      Cuando no te permiten ser quien eres de verdad, a veces es preferible arriesgarse a perderlo todo antes que resignarte a perderte tú. ¿Qué clase de vida puede ofrecerte quien no respeta tu derecho a ser quien eres?
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  5. Sí, hubo un momento durante el siglo XX, y probablemente excepciones durante los siglos anteriores, en el que en muchos lugares las chicas como Amanda empezaron una rebelión generalizada. No a todas les salió bien. En muchos casos el castigo fue peor, pero todas las generaciones fuimos aprendiendo gracias a ellas. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por leerlo y comentarlo, Juana.
      Como bien apuntas, no a todas las mujeres que se han atrevido a rebelarse contra el camino que les imponían les ha salido bien su osadía. Pero, aunque fuesen duramente castigadas, no se resignaron a doblegarse y pelearon por sus derechos, convirtiéndose en los espejos de las mujeres de las generaciones futuras. Gracias a ellas, hoy somos un poco más libres.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  6. Puede ser que la vida de los pueblos es algo rutinaria, o basica. Avanzar socialmente puede ser un desafio, mas si se niegan oportunidades para aquellos que tienen capacidades. Buen destino tomo la prota

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por leerlo y comentarlo, José.
      Sin duda, Amanda tomó una decisión arriesgada, pero no le quedó otra opción si quería huir del camino que otros le estaban trazando. La vida de cada uno es algo personal e intransferible. Con sus aciertos y con sus errores. Sólo de los propios se puede aprender.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  7. nos has centrado en las relaciones familiares de los pueblos, donde está situación wue describes, tenía si máxima expresión. En las ciudades pasaba parecido pero menos y menos tiempo. Aún así no puede faltar un desalmado, pero lo que más cuesta sacudirse de encima es la mala conciencia que la sociedad re ha inculcado desde pequeña.
    Abrazoo y suerte en el voncurso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Gabiliante.
      No hay muralla más inexpugnable que las convicciones equivocadas que nos inculcan desde pequeños. Con ellas tratan de mantenernos alejados de nuestros propios sueños hasta el punto de llegar a contagiarnos de los miedos de nuestros padres. Pero, afortunadamente, igual que aprendemos, podemos desaprender todo aquello que se empeña en llevarnos la contraria continuamente.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  8. Una historia que recuerda la de muchas mujeres de hace unos años (no tantos por desgracias). La madre asume su condición de mártir y la hija se rebela y decide su propio camino. Suerte! Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por leerlo y comentarlo, Sibila.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  9. Hola Estrella, muy bien contada la historia de Amanda. Me gusta que al final logra rebelarse y escapar, no muchas mujeres podían. Has retratado una sociedad injusta con unas ideas retrógradas que pareciera que van en camino de extinguirse, pero cuando ve uno por ejemplo lo que está pasando en Afganistán con los talibanes, que han incluso prohibido la voz de las mujeres en espacios públicos, te das cuenta que no ha terminado la pesadilla. Recién he estado viendo la serie de El Cuento de la Criada, basado en la novela de Margaret Atwood y trata de esto mismo. En fin, me ha gustado mucho tu aporte, te felicito. Suerte en el concurso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por leerlo y comentarlo, Ana,
      Me alegra que te haya gustado.
      Un mundo en el que sólo tengan voz y voto los hombres, es un mundo capado que se prohíbe a sí mismo la crítica por miedo a no poder encajarla. Los hombres que no respetan a las mujeres tampoco respetan a sus madres. Alguien así no merece haber nacido y tampoco tener hijos ni hijas, pues los educará a ambos tratando de perpetuar su machismo enfermizo.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  10. ¡No existe nada como estar una persona convencida de su propio Destino!

    ResponderEliminar
  11. Me ha encantado tu historia, reflejo de época que no hace tanto era el presente. Cómo me alegro que tu protagonista sea una auténtica heroína, a la que los libros le salvaron de continuar la sufrida y pasiva vida que le tocó vivir a su pobre madre por nacer en un momento nada propicio para ser mujer. Aplaudo a todas las heroínas que nos abrieron el camino. Un abrazo!

    ResponderEliminar
  12. Una decisión muy difícil para Amanda, pero muy valiente! Así se cumplen los sueños! Un abrazote y mucha suerte en el concurso!

    ResponderEliminar
  13. Hola, Estrella. Una bonita historia sobre la lucha por la libertad y el derecho a cumplir los propios sueños en un entorno machista y opresor como el que describes. El final es esperanzador y demuestra el gran coraje de Amanda.
    Un abrazo y suerte.

    ResponderEliminar
  14. ¡Ay Estrella! Es abuelo y padre de otro siglo, más aún en el medio rural dónde a quién primero se sirve es al “padre” al hombre de la casa, y si hubiera varones de cierta edad, las hermanas sirviendo y lavando la ropa de sus hermanos, ni siquiera se cuestionan la injusticia social. (No era machismo comprado con los parámetros actuales), era costumbrismo, era lo que había.
    Hizo bien en escapar a su probable destino.
    Menos mal que las “cosas” son ahora de otra manera, eso dicen, y si hay machismo, es de manera soterrada, que sigue habiéndolo abiertamente en determinados sectores, solo hay que ver las noticias de víctimas en su gran mayoría violencia de género contra la mujer y ocasiones, los niños.
    Un abrazo, Estrella.

    ResponderEliminar
  15. Hola, Estrella.
    Durante mucho tiempo ese fue el esquema y el rol que debían seguir las mujeres en la vida. Afortunadamente los tiempos van cambiando y esa lucha por seguir un camino propio cada vez está más asentada, pese a que aún hace falta mucho coraje en determinadas situaciones para salir del bucle. Queda magistralmente reflejado en tu relato.
    Un enorme abrazo :-)

    ResponderEliminar
  16. Hola Estrella. Cumplir los propios sueños es algo a lo que todos deberíamos aspirar, hombres o mujeres, es bueno que Amanda al menos lo haya intentado, ya depende de ella que le salga bien pues solo su esfuerzo, y ya no sus sueños, será lo que determine a partir de ahora su futuro. Particularmente yo tengo una visión de los roles sociales vertical, y no horizontal, es decir, las luchas por conseguir liberarse del yugo opresor han sido históricamente de pobres hacia ricos (de abajo arriba o de clase) y no de género, raza etc. (horizontales entre iguales sin incomodar al escalón superior) aún cuando no se puede negar que esa problemática haya existido en momentos de nuestra historia o puedan existir puntualmente en determinados tipos de sociedades. Fundamentalmente esas luchas horizontales se han dado más en clases pudientes, una hija o hijo de labriego era imposible que en otros tiempos pudiera ir a la universidad por lo que no se le podía negar tal derecho en función del género, y cuando si pudieron el derecho fue casi a un tiempo para ambos géneros, al igual que muchos otros. Del mismo modo, no creo que en tiempos pasados el trabajar en el campo de sol a sol, deslomarse en una mina o trabajar 12x7 en una fábrica insalubre para conseguir lo justo para dar de comer a la familia, fuese un destino muy apetecible por el que nadie perdiera energías en luchar. La imposibilidad de cumplir un sueño estaba (está) más en la clase social que en otro tipo de imposiciones. Veo con preocupación como en los tiempos actuales se tiran por tierra muchos logros conseguidos a base de enfrascarnos en luchas estériles entre iguales, mientras los de arriba se ríen como nunca de nosotros. Perder de vista que la historia se mueve fundamentalmente en función de las dinámicas de clase, y no de género u otra índole, es en mi opinión de los mayores embustes que nos han colado. No obstante, aplaudo la denuncia que haces en este relato de una situación del todo injusta para con la pobre Amanda, de la que tiene todo el derecho, y el deber, a zafarse. Un abrazo, Estrella.

    ResponderEliminar
  17. Bien por ella que eligió vivir. Es que encima su abuelo, ni siquiera su padre. Y es que muchas veces, son las mujeres quienes ayudan a perpetuar el machismo. Puede ser por desconocimiento, o por mansedumbre 🌹

    ResponderEliminar
  18. Hola, Estrella. Y lo más penoso de todo es que aún hoy, después de lo mucho que hemos aprendido y sufrido, hay hombres que piensan como el abuelo de Amanda y, lo que es peor, mujeres que defienden los mismos ideales.
    Un relato muy bueno, Estrella. Cumple perfectamente con las normas del reto. Felicidades.

    ResponderEliminar
  19. Hola Estrella una historia de aprendizaje y de esperanza. Enhorabuena bien contado. Un abrazo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La aprendiz de bruja

Todo tiene un precio

Desaparecido en Babia